Desde antes de la súbita renuncia de Martin Guzmán, la economía venía muy debilitada. Con la asunción de Silvina Batakis, la desconfianza sobre el rumbo de la economía se agudizó. Sin una dosis muy fuerte de confianza que derive de una hoja de ruta clara y que tenga sustento político, la economía continuará a la deriva.
Ya no queda lugar para seguir emparchando la situación, es imperioso para contener las expectativas que el gobierno explicite un plan para evitar males mayores. Si bien los lineamientos establecidos por Batakis, el pasado lunes 11 de julio, estaban bien orientados, no lograron mejorar las expectativas. En resumidas cuentas, no patear el tablero procurando que no haya un incremento significativo en el gasto público y mantener las pautas acordadas con el FMI resultaron insuficientes. Hacia mitad de semana, el miércoles 13 de julio, el gobierno anunció un incremento del 10% en la percepción del impuesto a las Ganancias y Bienes Personales, lo que la llevó al 45%. El mercado lo leyó como más parches. Además, en lugar de procurar bajar las cotizaciones a fuerza de credibilidad, las dañó con una medida que el único impacto que tiene es poner un piso a la cotización del dólar. Por ello, durante los días jueves y viernes pasados, el dólar siguió subiendo.
Cómo llegamos a esta situación
A las debilidades de los anuncios se suman varios factores, entre ellos: falta de un apoyo político explícito por el ala política del gobierno, en especial el sector que encabeza la vicepresidente, los gobernadores y otros dirigentes sociales. Muchos de ellos, lejos de apoyar los lineamientos sostenidos por Batakis, sostienen que se limitó a hablarle a los mercados descuidando la realidad social. Nada más equivocado. Pero lograron enturbiar aún más la situación.
Sucede que no hay un divorcio entre hablar a los mercados, que nos son entelequias, y hacerlo a los agentes económicos, desde quién tiene que administrar una economía doméstica, hasta el empresario. No son los mercados en abstracto, sino todas las personas que toman decisiones económicas todos los días.
Si las variables financieras (el dólar, el riesgo país, las acciones) no se estabilizan, la inflación seguirá creciendo y eso perjudica directamente a todos los sectores. No hay tal cosa de mercados fuertes y sectores sociales débiles. Si el gobierno no logra contener la tasa de inflación, los problemas se irán agudizando. Es una irresponsabilidad mayúscula de los autodenominados dirigentes sociales, plantear una dicotonomía mercados versus sectores sociales. También es un delirio plantear iniciativas como la del salario universal básico en momentos en los que se debe recorrer un camino de austeridad fiscal. No comprenden que la mejor forma de evitar que el cuadro social siga empeorando es desacelerando la tasa de inflación. Sin embargo, alentar propuestas como la de redoblar el asistencialismo es perjudicar mucho más a quienes dicen representar. La riqueza no surge de la impresión de billetes, sino alentando la producción. Sería fácil terminar con la pobreza imprimiendo, ¿por qué no lo hicimos antes?, ¿por qué no lo hacen otros países?. Se trata de una visión equivocada del diagnóstico de los problemas que enfrenta la economía argentina. El problema no se origina en la demanda agregada, no es insuficiencia de demanda agregada, sino de oferta agregada. De producir más, de alentar el empleo, la inversión y la productividad. Sin incentivos adecuados a la inversión, la economía no podrá crecer ni evitar altos niveles de pobreza estructurales.
La inflación: un problema de larga data
Si bien aún no se presentan los valores mensuales de inflación que tuvo la economía en los episodios de hiperinflación de fines de los años ochenta y comienzos de los noventa, la inflación en los últimos años, tras la salida del periodo de la convertibilidad no dejó de avanzar. Esto se puede observar en los gráficos que se presentan a continuación.
Desde el año 2002, la inflación muestra una tendencia creciente. Los picos de inflación mensuales se dieron con porcentajes en torno al 6%. En efecto, 5,8% en febrero del año 2014 tras la devaluación de Fábrega – Kicillof en enero de ese año, cuando el tipo de cambio saltó un 20%. En septiembre de 2018 del 6,5% con Sandleris – Dujovne, y en marzo 2022, un 6,7% con Pesce – Guzmán. El problema es que en el mes corriente la inflación se proyecta por encima del 7%, lo que muestra una aceleración histórica. Por ello, es que con más parches no se resolverá el problema. La situación amerita un plan de contención que evite un desborde de las expectativas y que termine agravando la situación.