Antes de dar una respuesta sobre cómo empieza la economía argentina el 2022, conviene echar un vistazo a qué dejó el año pasado. Sin dudas, un factor positivo fue el importante rebote que tuvo la actividad económica tras el pandémico 2020. Hay que tener en cuenta que la economía ese año cayó un 9,9% y el año pasado tuvo una recuperación del 10%, con lo que recuperó lo perdido. Aquí cabe también una aclaración: hasta el año pasado (el 2021 del repunte), la economía venía de tres años recesivos.
La inflación y el dólar
En paralelo a este importante repunte de la actividad económica, hay que considerar el proceso inflacionario. Si bien hubo expansión de la economía, al mismo tiempo la inflación minorista superó el 50% entre diciembre del 2020 y el mismo mes del año pasado. Asimismo, el déficit del sector público se redujo por un doble efecto: por un lado, se produjo una reducción en valores reales de las jubilaciones y disminución de obras públicas lo que ayudó a disminuir el gasto; por otro, la creación de nuevos impuestos (como el denominado impuesto a la riqueza) y el ajuste tributario de otros (como el PAIS, el de Bienes Personales, las retenciones a las exportaciones, entre otros). Con estas medidas, se redujo el déficit fiscal del 6,5% del año 2020, al 3% el año pasado.
Con respecto al dólar, el gobierno fue devaluando el tipo de cambio oficial por debajo de la inflación. La devaluación fue del 22% en el año, mientras que la inflación superó el 50% anual, con lo cual, deterioró la competitividad de las exportaciones. Asimismo, mantuvo las tarifas de servicios públicos y combustibles congeladas; y prohibió las exportaciones de carne vacuna con el fin de desacelerar la suba de precios de este bien. Sin embargo, lo que consiguió es desalentar la inversión el sector y debilitar la producción ganadera.
La desconfianza
En resumen: la economía durante el año pasado recuperó lo perdido en el 2020, pero la inflación fue mayor, pese a controles de precios y restricciones a las exportaciones de carne, y el congelamiento de tarifas. Es decir, la economía no corrigió sus desequilibrios estructurales y la desconfianza continúa elevada, a juzgar por el indicador de riesgo país que cerró alrededor de los 1.800 puntos básicos. Con este valor, si Argentina tiene que emitir un bono en dólares para financiarse en los mercados internacionales, debe ofrecer una tasa de interés, de al menos, 18%. Es decir, es prohibitivo. Los inversores, por ahora, suponen que el país va, en pocos años más, a otro round de reestructuración de su deuda.
Con una economía que no crece, el rebote del 2021 es solo un repunte dado por la normalización de los diferentes sectores de la actividad económica.
Eduardo Robinson
El acuerdo con el FMI
En lo que respecta al comienzo del año, las expectativas sobre la economía argentina están centradas en si habrá o no acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), en qué consistirá y bajo qué condiciones se llevará adelante. Lo que hay que decir al respecto es que hay que distinguir la hojarasca de lo real. Las idas y vueltas, los discursos, las reuniones, con empresarios y gobernadores son el maquillaje político para mostrar que el gobierno no aceptará acelerar la reducción del desequilibrio fiscal al ritmo que, supuestamente, pretende el organismo internacional.
Entonces, los discursos para la tribuna pasan por frases del estilo: “no vamos a permitir que se pague a costa del crecimiento de la economía” o «la única condición para acordar con el FMI es que el país pueda seguir creciendo», del jefe de Gabinete, Juan Manzur. Sin embargo, el país viene pagando al organismo todos los vencimientos, y el “súper vencimiento” del 22 de marzo por 1.800 millones de dólares será el que destrabe el acuerdo, dado que luce impagable para Argentina. Entonces, habrá acuerdo. Pero, acordar con el FMI no es comprar el pasaje al crecimiento. Es una señal de no patear el tablero.
El plan plurianual anunciado por el presidente Alberto Fernández en la noche de las elecciones del 14 de noviembre aún no apareció y tampoco hay un programa de estabilización. Lo más probable es que se siga reduciendo el déficit a costa de los jubilados, incrementos de impuestos e subas en las tarifas. Más que eso, no hay por delante nada que haga presagiar que la economía pondrá en marcha motores del crecimiento, como la inversión, las exportaciones y la productividad. Por ahora, el 2022 no despierta buenos augurios para la economía argentina.