- Los cuatro días hábiles de la semana mostraron un mercado cambiario más estable. El dólar blue cerró en $469 tipo vendedor, mismo valor que mostró el martes. Sin embargo, en los últimos 30 día incrementó un 20%.
- La economía argentina en la última década creció por debajo del promedio del resto de países de América Latina. Evidencia clara que la economía perdió el rumbo del crecimiento y que el modelo económico vigente trajo menos crecimiento y más inflación.
- La desconfianza en el desempeño macroeconómico de Argentina, reflejada en el indicador financiero del riesgo país, ilustra esa situación. Este factor imposibilita el financiamiento en el mercado de capitales internacional. Asimismo, el dólar en Argentina sube, mientras que el resto de monedas locales de la región se aprecian.
La semana empezó con las expectativas puestas en la cotización del dólar. ¿Las medidas relacionadas con la suba de la tasa de interés para los depósitos en plazo fijo y las restricciones para las operaciones con los dólares alternativos tendrían algún efecto? Era la pregunta pertinente. Si bien, la escalada se frenó, no se despejaron las incógnitas respecto de que pueda sostenerse la estabilidad cambiaria en las próximas semanas.
De hecho, el Gobierno negocia con el FMI la posibilidad de que adelante recursos previstos para los próximos meses, alrededor de 10.000 millones de dólares, que den oxígeno antes de las PASO. Sin embargo, aún no hay ninguna certeza en este sentido.
Con un nivel de reservas de libre disponibilidad en el Banco Central cero o negativo, y con un dólar diferencial de $300 para las exportaciones de soja que no da los resultados estimados, el Gobierno calculaba engrosar las reservas en un rango de $4.000 a $5.000 millones. No obstante, las liquidaciones no superan los 150 millones de dólares por día y gran parte se destina a las importaciones, por lo que las reservas internacionales no logran recomponerse.

A esta dinámica se suman las mayores expectativas inflacionarias y la elevada incertidumbre electoral, factores que hacen que el dólar –en el mejor de los casos– disminuya la velocidad de suba. En este contexto, será muy difícil reducir la brecha cambiaria –que supera el 90%– ya que estimula las importaciones, desalienta las exportaciones y no ayuda a disipar expectativas de devaluación. Es lo que el Gobierno busca evitar por todos los medios. Sucede que una devaluación, en un contexto electoral y sobre todo sin un programa económico consistente, implica encender los motores hacia un descontrol de las variables económicas.

El dólar en Argentina subió casi un 120% desde el comienzo del año pasado. Mientras que en otros países –Brasil, Chile y Uruguay– se apreciaron sus monedas en relación al dólar. Este comportamiento refleja varias cuestiones, entre ellas, el severo proceso inflacionario que enfrenta la economía argentina.
Evolución de la inflación
La inflación es un fenómeno que refleja desequilibrios en la economía. Desde hace diez años, la inflación viene escalando y en los últimos años muestra una aceleración. En los últimos meses, la inflación estuvo cerca del 8% mensual y las proyecciones de mercado marcan que, de no mediar más complicaciones, la inflación alcance cerca del 130% durante el año 2023. Sin dudas, esta elevada inflación diluye el poder de compra del peso y hace que la economía argentina haya perdido su moneda.
Cruje el modelo económico
En este permanente ejercicio de equilibrismo en el que se encuentra la economía argentina desde hace varios años, lo que está jaqueado es el modelo económico. Es un modelo que consiste en emparchar desequilibrios. Suponiendo que con trasladar los problemas hacia adelante, se solucionan solos. Y eso es lo que la economía viene arrastrando desde hace varias décadas.
El desequilibrio fiscal se perdió hacia fines de la primera década de los años 2000 y agotó las fuentes de financiamiento del sector público. Los impuestos no
alcanzan para financiar el gasto público, la emisión de deuda se tornó prohibitiva por las elevadas tasas de interés que se reflejan en el denominado riesgo país y la emisión de moneda licúa día a día el poder de compra del peso. A este contexto, se suma el desequilibrio cambiario: no porque falten dólares, sino porque la inflación y las trabas para hacerse de dólares en Argentina hacen que los agentes económicos demanden más el billete verde.
La economía argentina perdió competitividad, deterioró el clima de negocios, la economía no es atractiva. Por eso, se puede verificar que es una de las economías que menos crecimiento tuvo en la última década. Las consecuencias de esa magra performance, se traduce en un cuadro social complicado, disimulado con asistencialismo estatal que desde la crisis del 2001-2002 se ha tornado estructural.
Argentina lleva 20 años multiplicando programas de asistencia social cada vez más complicados, que hasta hizo surgir dirigentes que proclaman y exigen derechos. Cuando en un país el asistencialismo es creciente, refleja el desacierto crónico de las políticas económicas. La pobreza en torno al 50% de la población en promedio, muestra además que el asistencialismo no es el camino al crecimiento ni a la generación de prosperidad. Por el contrario, envenenó la cultura del trabajo e instaló la fragilidad social y el clientelismo político. Es decir, una verdadera degradación social. La economía debe crear fuentes de trabajo, generar los incentivos adecuados para la inversión y las condiciones para la generación de riqueza impulsando el desarrollo social y el progreso.
Por ello, es que en las próximas elecciones quien resulte electo, sabe que los problemas requieren soluciones y que no serán para nada sencillas de implementar. El problema es que se agotó el tiempo de las dilaciones.