El primer año de Javier Milei como presidente de Argentina ha generado un intenso debate, marcado por medidas económicas de impacto y una gestión que polariza opiniones. Eduardo Robinson compartió su perspectiva en una reciente entrevista para VIVO Tucumán, subrayando los principales logros y desafíos de este período. A continuación, resumimos sus declaraciones clave.
Un gobierno pragmático en un contexto de crisis
Robinson comenzó destacando la complejidad del escenario económico que recibió Milei. «La presidencia de Milei asume con muy poco margen de maniobra en materia económica», afirmó. Explicó que las decisiones de «shock» adoptadas, como los ajustes en tarifas de servicios públicos y la eliminación de subsidios energéticos, eran necesarias para evitar escenarios más graves como una hiperinflación.
"El gradualismo ya se había demostrado ineficaz, por lo que estas medidas de shock eran imprescindibles para estabilizar las cuentas del sector público", agregó.
Por otro lado, un aspecto que Robinson consideró clave para la credibilidad del gobierno fue su énfasis en el equilibrio fiscal. «El principal activo de Milei en estos 12 meses ha sido su fuerte compromiso con mantener a rajatabla el equilibrio fiscal», declaró. Esto incluyó acciones como el veto a la ley de movilidad jubilatoria, una decisión que generó tensión social, pero que, según el analista, reforzó la confianza de los mercados y contribuyó a una disminución del riesgo país.
Impacto social y desafíos pendientes
Sin embargo, Robinson también señaló los costos sociales de estas políticas. «Todavía hay un cuadro social complicadísimo: 50% de pobreza y un 15% de indigencia», destacó. La reforma previsional y los aumentos por decreto fueron particularmente controversiales, afectando a sectores como los jubilados.
El balance del primer año de Javier Milei refleja una gestión marcada por decisiones audaces y pragmatismo político. Sin embargo, los desafíos sociales y económicos pendientes subrayan la necesidad de continuar buscando un equilibrio entre la estabilidad macroeconómica y el bienestar social. Como concluyó Robinson, «por ahora, bajar el impuesto inflacionario es el mejor camino, pero la paciencia tiene un límite».
